Teoría y Ética de la Comunicación
CICLO LECTIVO 2015 -
Prof. Lic. Daniel do Campo Spada | Lic. Romina Casas

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La palabra “terrorista” al calor
de la semiosis de Peirce
.

Charles Peirce (1839-1914) vivió en una época en la cual los medios no habían aún estereotipado algunas prácticas usadas desde el comienzo de la vida social de los humanos, que es la de cargar de sentido a los interpretantes de los discursos circulantes. En las últimas décadas, y fundamentalmente desde el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, el término “terrorista” ha sido apropiado por corrientes ideológicas reaccionarias. En el mundo occidental ocupa el lugar que el macarthismo supo darle al término “comunista” durante medio siglo.
Peirce, para algunos el padre del pragmatismo, entendía a este término como el uso que se le da a algunos significados por hábitos y costumbres. La repetición de un término sin sentido crítico termina apoderándose de un conjunto de valores que con su recirculación pueden tomar desvíos de lo que pocos ciudadanos “de a pie” son conscientes. La “instalación” de ese desvío no es casual, sino por el contrario, funcional a los intereses dominantes. La historia tiene millones de ejemplos en los que la demonización de etnias, nombres, religiones o regiones terminan por ser aceptados y defendidos fervorozamente por las víctimas pasivas de esta semiosis.
Cuando Peirce habla de la estructura sígnica la ubica en un dispositivo en el que interactúan indefectiblemente el representamen (el código), el objeto (la cosa misma) y el interpretante (subjetividad de la interpretación). Esta última parte, vuelve a convertirse en representamen dando comienzo a la semiosis1. Desde allí se produce el crecimiento de interpretaciones, que al partir de premisas vacías, bien pueden terminar con postulados erróneos.
Quizás aquí sería útil aplicar las teorías deconstructivistas2, que buscan ir profundizando hacia el ADN de la información, destruyéndola desde afuera hacia adentro. Mientras en la palabra “terrorista” no haya nada, tampoco existe la emoción ni la compasión. En la edición argentina de la revista Newsweek3 coloca ante una foto en la que se ve a daminficados que salen de los escombros de su vivienda en Beirut la frase “sobrevivientes desafiantes entre los escombros después de un ataque aéreo israelí”- La palabra “desafiante” implica rebeldía, enfrentamiento, muy lejos de la palabra “víctima”. La prensa norteamericana jamás la usa, porque sería personificar en un ser de carne y hueso algo que está cosificado bajo el término “efectos colaterales”. No son personas. Apenas son un margen de error. Cuando la aviación israelí bombardeó un edificio con refugiados aterrados y murieron casi 70 personas (37 de las cuales eran niños), el principal aliado de Tel Aviv, el gobierno norteamericano dijo que “lamentaba el error cometido en la GUERRA DE PACIFICACION en Medio Oriente”.
En el proceso de semiosis peirciano, el interpretante juega un papel importante, pero a fruto de insistir en el vaciamiento de las causas del enemigo, el uso de la palabra terrorista remite indefectiblemente a la acepción de eso: “un terrorista”. Uno de ellos parecería que no tienen patria, familia, religión, pérdidas, dolor. Si la circulación de sentido permitiera darle ese valor agregado, estaríamos ante “alguien” y no “una cosa”. La despersonificación que se presenta en el “interpretante inmediato” (primer reflejo de interpretación) permite indolentemente desear la muerte y la exterminación del otro. En todas las guerras modernas, había que satanizar al líder de enfrente y cosificar a las personas. De esta forma solo queda un deporte con un solo arco, cual si fuera un jueguito electrónico, donde el jugador es uno solo.

Daniel do Campo Spada, 2006 (C)
Extraído de www.Komunicacion.com.ar