Teoría y Ética de la Comunicación
CICLO LECTIVO 2015 -
Prof. Lic. Daniel do Campo Spada | Lic. Romina Casas

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Mas aportes al signo.

El signo ha sido siempre uno de los problemas filosóficos mas difíciles de resolver. La tarea que en el siglo XX se ha logrado es separar los intereses de estudio. Mientras que hasta allí se lo estudiaba en conjunto con la idea de la realidad, desde Saussure y Peirce se dejó el problema de si lo real es real para la filosofía. La lingüística y la semiótica se avocaron a estudiar el sistema de representaciones y significaciones desde lo que el humano percibe.
La película Matrix, uno de los mayores éxitos hollywodenses planteaba la posibilidad de que lo que percibimos como nuestra vida real, sea en realidad una representación. Por supuesto que este no es el problema del cual nos ocuparemos. Cuando la biología dice que un caballo ve a las cosas mas grandes de lo que realmente son y que por ello ve a los hombres mas altos que ellos... ¿estamos seguro que las cosas son como las vemos nosotros? ¿Acaso no seremos todos ciegos, con la diferencia que algunos pueden crear imágenes mentales que creemos que responden a la visión? ¿Quién puede afirmar que la cualidad de los colores que vemos o los sonidos que escuchamos también son así en la realidad?
Tomemos como puento de acuerdo de inicio que el signo es una construcción social, ya que no están en la naturaleza. Son convenciones que nos llevan a poner algo en lugar de su objeto referente (sea este concreto o abstracto). Cada comunidad establece sus sistemas convencionales para referirse a determinadas circunstancias. Tan arbitrarias son estas convenciones que para los mismos objetos cada lengua establece distintos significantes. Si hubiera una ligazón natural, al ser la misma naturaleza para todos los humanos, todos hablaríamos con los mismos signos, cosa que no ocurre.
Aunque las neurociencias has avanzado mucho en los últimos años explicando orgánicamente cómo funciona la mente, llegan a un punto en el que deben admitir la presencia de cierto código que provoca los procesos cognitivos lógicos, que tienen su correlato químico a nivel cerebral. Aunque las ciencias duras solo creen en lo que encuentran, no pueden sino explicar que “hay algo” que está mas profundo que lo que su tecnología percibe. Al igual que la fisión del átomo (que nadie pudo ver nunca pero que se imagina) en la que todo funciona según la teoría supuesta, ya es inevitable considerar a un sistema sígnico implícito en nuestro conocimiento.
Aplicando comentarios de Victorino Zecchetto, podemos adherir a la idea de que el signo en realidad cumple una función hermenéutica, ya que realiza una interpretación de la significación.
Un signo debe tener algunas condiciones básicas en las que coinciden la mayoría de los teóricos.

Debe tener una forma física.
Debe referirse a algo distinto a sí mismo
( de allí que está en lugar de algo)
Debe ser reconocido ( por convenciones sociales o de comunidad).

Estas coincidencias parten de que muchos de los principales exponentes de estudios respecto al signo no han podido salir de un acotado margen de elementos.
Veamos algunos de ellos:

De hecho, podrïamos cerrar que hay tres planos coincidentes, denominados sensible, inmaterial y referencial.
El plano sensible es donde el signo adquiere una cualidad material gracias a la cual se puede percibir por algún sentido humano. El signo lingüístico es el alfabeto y el no lingüístico son las cosas en sí mismas.
El plano inmaterial es el que se da en nuestra mente (entendida como cerebro), en el cual se genera la semiosis de representación. Aquí es donde las neurociencias encuentran su límite y cierran con un acuerdo epocal de que “algo existe allí abajo” que podría ser un sistema de signos.
El plano referencial es el del contexto al que está atado el objeto que se pretende representar. Si decimos perro y lo mas cercano que tenemos es ese mamífero doméstico, inmediatamente nos dirijimos hacia allí. En cambio, si lo que tenemos en forma mas inmediata es un aguerrido jugador de fútbol, nuestro objeto referencial se modifica. Un plato es apenas ello, pero en ciertas comversaciones de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, ello puede significar una situación graciosa.

¿Existen los signos naturales?

Los signos naturales no existen, ya que no son construcciones sociales. Cuando las nubes se concentran en el cielo no es un signo de lluvia inminente sino que es apenas una señal de la probabilidad de precipitaciones. La caída de las hojas de los árboles no es un signo del otoño, pero sí una señal de su inminencia.
¿Pero qué ocurre cuando interviene una regularidad que puede convertirse en una regla? Una convención científica puede interpretar señales como si fuesen significaciones de otras causas. La regularidad de una señl puede terminar formando un “código”, que en definitiva es la base de todo signo.
Dicho de otra forma, cuando un signo logra establecer una importante regularidad, se resignifica como si fuera un signo con su correspondiente interpretación.

Extraído de do Campo Spada, Daniel
"La Comunicación como Organon de la Existencia"
.
Buenos Aires. Ediciones El Garage. 2004